Sin cuerpo no hay delito: "Ya nunca apareció"
Aunque las cifras oficiales muestran que los homicidios han disminuido en Sinaloa los últimos años, lo cierto es que los desaparecidos vinieron a ocupar su lugar. Lo más desalentador es que la mayoría de las desapariciones siguen en la impunidad
Por José Abraham Sanz / Noroeste
24 de enero de 2022
Cuando salieron de aquella casa en obra negra de la Colonia República Mexicana, al sur de Culiacán, sabían que aquel fulano con la pistola fajada era una amenaza. “Sale pues, al rato se hace”, les dijo después de que Rafael se negó a darle fiado un pedazo de “hielo”, como se conoce a la metanfetamina en Sinaloa.
Rafael ya tenía un par de años vendiendo droga, y junto a Miguel, su amigo y acompañante, sabían que aquel vato se animaba a jalar el gatillo a la más mínima provocación. Habían escuchado que estaba fuera de control y que había matado por deudas de 500 pesos.
“Días antes había matado a un vato ahí enfrente de la casa. Nos salimos, volteando pa’ enfrente, y el vato riéndose de nosotros, porque ya sabíamos que se animaba”, recuerda Miguel. Lo primero que les pasó por la cabeza fue ganarle el jalón, pero eso era algo que ellos nunca habían hecho. “Y pues ahí fue cuando fuimos a buscar a Ceferino”.
Ceferino era un amigo suyo que había trabajado para el narcotráfico desde sus orígenes en la sierra de Badiraguato, pero que se había “hecho gobierno”, pues en ese momento estaba en la Policía Ministerial bajo el mando de Jesús Antonio Aguilar Íñiguez durante el sexenio del Gobernador Juan Millán Lizárraga, un policía que fue acusado por la Federación de tener nexos con la mafia sinaloense, hasta su muerte por Covid-19 a principios del 2020.
Fueron a platicarle el “pedo”, porque estaban seguros que el Ceferino “también las podía” y podía hacerles el paro “rapidito”, aunque su intención, más que nada, era pedirle una pistola.
“(Estábamos) en el patio, en esa casa las cosas así eran (se hablaban) hasta atrás, porque él tenía puras niñas hijas, y su esposa; entonces cuando él platicaba cosas así se iba para atrás. Pues ya allá en el patio ya nos dijo cómo estaba el pedo: no, ustedes no... si lo matan a balazos se va a hacer un broncón... podría provocar una bronca contra ellos, pues, que pensaran que la bronca fuera contra ellos”, señala.
“Entonces este wey dijo: pues, péguenle una chinga, atropéllenlo, a batazos o a ver cómo le hacen... y ya se bajan y le pasan por arriba con el carro”, relata.
Pero la manera de resolver problemas de este tipo en Sinaloa parece haber cambiado por lo que pasó justamente después en este pedazo de la historia de Rafael y Miguel: la misma gente que empleaba al sicario aquel, tuvo que hacerse cargo.
“...Y pues a lo mejor ahí es donde entra Dios, porque... duró un día más y al otro día desapareció; supimos que lo habían levantado, pero ya nunca apareció”.
Desde el 2018, en Sinaloa el número de denuncias ante el Ministerio Público por desaparición de personas superó a las de homicidio doloso. Algo inédito.
De enero a agosto del 2021, hubo 1.79 homicidios y 3.03 desaparecidos diarios en el estado, siendo este el peor contraste anual entre ambos delitos, pues los desaparecidos son 69 por ciento más que los homicidios. Ésto de acuerdo con datos de la solicitud de información 1058421 realizada en septiembre de 2021 por Noroeste y resuelta vía recurso de revisión hasta el 17 de diciembre del mismo año. Datos que no consideran la cifra negra que se da con las desapariciones.
Las tendencias se cruzaron en 2018, con la llegada del Gobernador priista Quirino Ordaz Coppel, quien antes de la creación de la Guardia Nacional, prácticamente militarizó la seguridad pública estatal al traer a la Policía Militar e instalar a mandos castrenses con licencia o en retiro en las secretarías de seguridad pública municipales más relevantes.
Y desde entonces el cruce de tendencias se mantiene, los números siguen creciendo, en caso de desapariciones, y bajando, en el caso de los homicidios dolosos.
La nueva estrategia del crimen organizado y de los homicidas en Sinaloa ha dado en el clavo, porque otorga a las autoridades la posibilidad de presumir una reducción de los homicidios y seguir invisibilizando las desapariciones.
Desde la Federación este delito ni siquiera es llamado como lo que es, y sus números, aún con el hallazgo de fosas clandestinas, no crecen porque primero hay que determinar las causas de muerte, y mientras tanto se van a un limbo de burocracia y opacidad.
En Sinaloa se desaparece más de lo que se mata y hay evidencia de que las cosas en el mercado de las drogas han cambiado, que hay autoridades coludidas, en acciones u omisiones, y que ser desaparecido le puede pasar a cualquiera, sólo por estar en el momento y el lugar equivocado.
Pero lo más desalentador es que la mayor parte de estas desapariciones permanecen en la impunidad.
Noroeste indagó en las causas que podrían explicar el fenómeno de la desaparición en Sinaloa y su evolución más reciente. Se entrevistó a operadores de droga, expertos y activistas para comprender mejor qué es lo sucede y cuáles son las consecuencias.
Parte 2 Los cambios en el mercado de drogas: la producción y la autoridad
Parte 3 La ‘donbernabilidad’: de Medellín a Sinaloa
Adrián López es director general Grupo Editorial Noroeste, uno de los medios más importantes de Sinaloa, donde creó Inndaga, una unidad de datos y periodismo de investigación que ha realizado reportajes de alto impacto como Ohuira: una reserva amenazada por el influyentismo, Narcomenudeo: la evolución del negocio de las drogas.
Adrián López tiene más de una década haciendo periodismo y tiene formación de ingeniero industrial y sistemas y es Maestro en Estudios Humanísticos por el Tecnológico de Monterrey. Estudió una maestría en innovación y liderazgo creativo en la Berlin School of Creative Leadership, Berkeley University, el Condé Nast Center de Shanghai y el Hitotsubashi Institute de Tokio.
Adrián ha sido columnista del Noroeste, Animal Político y Reforma y es reconocido a nivel nacional por su trabajo en ética y ciudadanía. Es colaborador de la Asociación Mundial de Periódicos (WAN-IFRA), con sede en Paris, donde coordina proyectos de liderazgo e innovación digital en el modelo de negocios de los medios de comunicación.
Adrián fue parte de la primera generación de MásterLAB, el programa de formación de editores de reportajes de investigación, de Quinto Elemento Lab, en 2021.
Foto de portada: Roberto Armenta/ Noroeste
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