A lo largo de los últimos cuatro sexenios,
el Gobierno mexicano ha mantenido una relación constante con Empresas que Facturan Operaciones Simuladas
(EFOS), también conocidas como empresas fantasma, fachada, inexistentes o
factureras. Estas compañías no tienen la capacidad ni los recursos para cumplir con los servicios
que prometen, pero han logrado, por más de dos décadas, acceder a grandes sumas de
dinero público.
Quinto Elemento Lab, en colaboración con el Observatorio de la Corrupción e
Impunidad (OCI) del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) –activo hasta 2024–,
investigó los
contratos otorgados a estas compañías y que involucraron recursos federales. El análisis revela que las
administraciones
entregaron a empresas fantasma un total de 11 mil 492 millones de pesos. Esto equivale a
1.5 millones de pesos diarios
en recursos públicos asignados a EFOS durante 20 años.
Además, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) dejó de cobrar 7 mil 239 millones de
pesos en impuestos a estas empresas fachada, debido a cancelaciones o
condonaciones de adeudos fiscales.

Hay registros de contratos con empresas fantasma desde la presidencia de Vicente Fox. En el sexenio de Felipe Calderón fue cuando obtuvieron más dinero federal. Con Enrique Peña Nieto se multiplicaron los convenios. Y, pese al discurso anticorrupción, durante el periodo de Andrés Manuel López Obrador siguieron contratando a EFOS y se desplomó la identificación que hace el SAT de estas compañías.

En total, entre 2002 y 2022 la administración pública otorgó 3 mil 529 contratos con
recursos federales a 834 EFOS. Las
empresas fachada ganaron esos contratos, sobre todo, en su primer y segundo año de
creación, y operaron un promedio de
8.1 años hasta que fueron inmovilizadas por el SAT. Con pocas sanciones y menos denuncias,
algunas de estas compañías
sobrevivieron a escándalos de corrupción y hasta lograron hacer negocios en distintos
sexenios.
La mayoría de los contratos se asignaron cuando las empresas todavía no eran declaradas factureras por el
SAT, pero todas terminaron incluidas en la lista 69-B, el inventario que el organismo actualiza regularmente
para incluir a las compañías que cataloga como fantasmas.
Quinto Elemento Lab y el OCI llegaron a estos resultados mediante el
análisis de una base de datos conformada por el
cruce de los contratos de CompraNet de 2002 a 2022 con el listado del SAT de EFOS definitivas al 31
de enero de 2023.
Este registro se actualiza periódicamente. Así como se agregan nuevas empresas, algunas de las EFOS
definitivas
contabilizadas en esta investigación podrían haber sido excluidas en listados posteriores.

Aunque no fue posible auditar cada uno de los 3 mil 529 contratos con empresas fachada,
Quinto Elemento Lab solicitó por
Transparencia facturas y probatorios del cumplimiento de una muestra de
mil 311 convenios (37 por ciento del total y 66
por ciento del monto global), correspondientes a las 87 empresas que acumularon más recursos, convenios o
que fueron
contratadas cuando ya eran EFOS definitivas, entre otros criterios.
De los 7 mil 400 millones de pesos que representó esa muestra, apenas hubo
pruebas —documentos, en su mayoría, y muy
pocas fotos— de que se realizó poco más de una cuarta parte de los contratos, equivalente
solo a mil 241 millones. Para
48.8 por ciento de los convenios (y más de 2 mil 698 millones) no hubo pruebas de
cumplimiento. Sobre el resto, las
dependencias respondieron que los expedientes se perdieron en incendios, inundaciones u
otros incidentes; entregaron
documentos ilegibles, clasificaron la información e incluso negaron la
existencia de los contratos. Hubo dependencias
que proporcionaron facturas, pero negaron contar con
probatorios.
También se halló que el reparto de dinero público entre las firmas fue desigual. Algunas
lograron cientos de miles de
millones de pesos sin necesidad de demasiados contratos. Otras recibieron muchos convenios, pero de
cantidades más
modestas. Apenas a diez empresas fantasma se les destinó casi la mitad de todo el
dinero, de acuerdo con la
investigación.

Los recursos fluyeron a través de 486 instituciones de los tres niveles de gobierno. El 90
por ciento de las secretarías de Estado y buena parte de las entidades paraestatales actuales (como
organismos, institutos o empresas públicas) contrataron factureras en algún momento de las dos últimas
décadas. Incluso el SAT, responsable de bloquear a estas compañías.
Tan solo la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la Secretaría de Infraestructura,
Comunicaciones y Transportes
(SICT), el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de
Seguridad y Servicios Sociales de los
Trabajadores del Estado (ISSSTE) concentraron cerca de una cuarta parte de los contratos y
del total del dinero otorgado
a las compañías inexistentes.

La mayoría de las veces, las dependencias adjudicaron contratos directamente a las EFOS,
que se encargaron
de facturar prácticamente de todo: desde cursos, asesorías o servicios de mantenimiento, renta de equipo,
impresiones de publicidad y artículos de oficina o limpieza, hasta mobiliario, ropa o maquillaje.
Casi la mitad del total destinado a factureras –5 mil 716 millones de
pesos– debía servir para la
construcción y mantenimiento de carreteras, mejoras en escuelas, equipo médico, material de
curación o
medicinas para clínicas y hospitales, ampliaciones de redes de agua, pavimentaciones u
otras obras públicas.
En el peor de los casos, no hay pruebas de que las compras, servicios u obras se hicieran;
en otros, hay
comprobantes documentales, y aunque en el mejor de los escenarios existen indicios de su
realización, quedan
sospechas de sobrecosto o problemas de calidad.

Así que esta no es una historia más de corrupción.
Son dos décadas de contratos con dinero federal asignados a compañías
inexistentes, que no debieron recibir esos fondos: una de las más grandes entregas transexenales de recursos
públicos en la historia reciente de México.

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